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lunes, 5 de noviembre de 2012

La sopa de spagetthi


¿Qué puede ser peor que una sopa bien caliente? Una sopa de spaghetti hirviendo, humeante, viscosa… peor aún, todo eso dentro de un plato hondo frente a un hombre de edad avanzada, con un buen bigote galo, de esos como el de Asterix, sin podar, bastante descuidado, con pelos en todas las direcciones, mejor aún, algunos logran tocar su labio superior.
Sí, sí, todo eso ya es bastante malo, pero además me ha tocado sentarme en frente de este comensal, yo que fui educada en el arte de los buenos modales, estoy a punto de vivir mi peor pesadilla, esa que es recurrente, como la de Freddy Kruger y de la que quisiera escapar sin posibilidad alguna, sé cómo va a empezar, desarrollarse y terminar; y ahí estoy, sentada en frente de mi terror, recordando mi niñez en casa de mis padres, allá, cuando alguno de mis hermanos o yo no seguíamos los buenos modales en la mesa y veíamos la amenaza inminente de terminar nuestra comida en la cocina. Ya quisiera hoy poder terminar mi comida en la cocina… pero como mis reglas de conducta no se limitaron a la mesa, decido respirar hondo y aguantar estoicamente lo que se avecina.
Sin previo aviso Freddy entra en escena y no puedo quitar mis ojos de él, abre su enorme boca, parece que se va a comer la sopa con plato y todo, pero, para mi sorpresa, inunda el ambiente con un aroma nauseabundo que llega hasta mí y se mezcla con el humo que sale de mi plato y como en cámara lenta veo su mano acercándose hasta los dientes y con dos dedos hace una maniobra que paraliza mi corazón, se quita los dos dientes centrales de abajo y los deja descansar sobre la mesa, la misma donde yo estoy comiendo. ¡Horror!
Mi compañero de mesa no es una lumbrera, pero cualquiera sabe que una sopa echando humo está bastante caliente como para comérsela; a él no se le ocurre esperar un poco, incluso jugar con la cuchara dentro del líquido para ayudar a templarlo, ¡No! Sin consideración alguna, llena su cuchara con la sopa y empieza  a sorber. ¡Sí! A sorber, ese sonido que hacen los labios entrecerrados tratando de chupar la sopa hirviendo y empapando el bigote con la grasa, porque sopa sin grasa no sabe bien. Yo respiro, suspiro y sufro. ¿Por qué me ha tocado sentarme frente  a él? ¿Por qué a mí? No olvidemos que la sopa es de spaghetti, y si ya se la ha sorbido toda, haciendo ese ruido que eriza cada poro de mi piel, ahora le hacen falta los spaghetti. Y ahí va ese galo bigotudo, hace una pequeña “O” con sus labios (grrr) y chupa, porque eso es lo que hace, se chupa la punta de su spaghetti y absorbe el resto, como si tuviera dos años y le causara gracia hacer ese ruido con su bigote lleno de sopa y los labios en forma de boca de pez tratando de cazar un simple spaghetti.
Pero mi pesadilla está lejos de terminar, a penas estamos en la entrada, después viene el buen pedazo de carne. No hablaré de mis problemas con la carne de mamíferos, sólo de mi problema con un pedazo de carne sangriento, porque si se cocina mucho, pierde todo su jugo; he de decir que, para mí, el jugo es de frutas y la carne tiene sangre no jugo. En fin, este pedazo de carne sangriento tiene además un borde viscoso, medio transparente al que se le perciben una especie de estrías más oscuras: nervios, creo que son los nervios. Mi Freddy Kruger abre los ojos como si tuviera enfrente una presa fresca y se relame los labios, tal como lo hace el lobo de los tres cerditos, mmmm, ¡cómo me gusta oírlo relamerse! Corta un pedazo de ese gordo y se lo mete a la boca, entonces me doy cuenta que sí puede abrir la boca, con tan mala suerte para mí que un poco de grasa le chorrea por la comisura del labio y ahí va él, con su hábil lengua, por esa gota de aceite animal. Un “mmmm” gutural es emitido y yo aún no he podido probar mi propia sopa.
“Bigotes” sigue atacando su presa y entrapando un pedazo de pan con “el jugo de la carne” haciendo una mezcla de texturas, sonidos y movimientos que mis modales no conocen y mi tolerancia es llevada al límite. Pienso en mi niñez, en mis padres, en mi madre que tanto nos insistía en las buenas posturas en la mesa. Nos decía que eran los niños de la calle los que comían así, que hay que cerrar la boca cuando se mastica y sobre todo, NUNCA hablar con la boca llena.  Es entonces cuando levanto mi mirada y al Sr. Galo le da por comentar algo a cerca de un partido de fútbol (obviamente es amante del fútbol), pero se le ha olvidado tragar, tiene una mezcla de pan con carne dentro de su boca y sigue hablando como si fuera lo más natural, mis ojos se quedan paralizados viendo la maza amorfa que lleva en su boca y de repente un proyectil es eyectado desde ella para posarse en mi sopa sin probar. Yo entro en estado de shock, no puedo moverme ni apartar los ojos de todo esto, a penas logro respirar.
Cuando vuelvo en mí, Freddy ya ha terminado la carne y se apresta a atacar la ensalada, es decir hojas de lechuga y espinaca con vinagreta. Se sirve una buena porción y sin usar el cuchillo empieza a pinchar varias hojas con el tenedor. Es claro que no le caben en la boca, pero él tiene experiencia en hacer como los peces y de nuevo recurre al arte de chupar, absorber, aspirar, como se quiera llamar; y la vinagreta corre, se chorrea por las comisuras de los labios, menos mal su lengua también es una vieja experimentada en estos casos y si algunas gotas se llegan a escapar, para eso tiene LOS DEDOS. ¿Cómo no se me había ocurrido antes que los dedos sirven para eso? A estas alturas no sé para qué se han inventado las servilletas.
Finalmente termina su ensalada, pero la vinagreta ha quedado esparcida por todo el plato, para eso vuelve a entrapar el pan con la mayoría de la salsa, pero la vinagreta tenía mostaza “a la antigua”, esa que tiene granitos de mostaza y para recuperar los pocos que aún quedan en el plato, utiliza el cuchillo: reúne los granos en un extremo del plato y con ayuda de su índice los empuja, para que sea el cuchillo, ¡sí! El cuchillo el que los lleve a la boca. Se ha chupado el cuchillo y yo empiezo a pensar que quizá este personaje tiene un problema con su fase infantil de succión; quizá le hizo falta teta, tetero o chupete, pero creo que es hora de que deje de chupar todo lo que hay en la mesa. Yo creo que voy a desmayarme, quizá es el hambre o tal vez demasiadas emociones juntas, no quiero saber más de sopas ni almuerzos, estoy lista para abandonar la mesa, pero Freddy se me adelanta y justo cuando se está poniendo de pie, deja escapar un eructo que perfuma el ambiente con una mezcla de olores vomitivos.
Yo me quedo plantada en mi silla, pensado que tal vez es una broma, pero tristemente para mí, reconozco que sólo fue un espectáculo círquense al que he asistido en uno de los lugares supuestamente más glamorosos del mundo. 

miércoles, 25 de julio de 2012

A que no hacemos diferencias


Hombre occidental armado: defiende su patrimonio y familia
Hombre árabe armado: terrorista

Hombre occidental habla su lengua materna: conservación cultural
Hombre árabe habla su lengua materna: dificultad de integración

Hombre occidental celebra fiestas religiosas: libertad de culto
Hombre árabe celebra sus fiestas religiosas: fundamentalista religioso

Hombre occidental no come carne: vegetariano
Hombre árabe no come carne: extremista

Mujer occidental cubre sus piernas en la iglesia: respetuosa de su culto
Mujer árabe lleva shador: sumisa y maltratada

Mujer occidental madre y ama de casa: opción de vida
Mujer árabe madre y ama de casa: víctima del machismo

...a que no hacemos diferencias... 

lunes, 12 de septiembre de 2011

Quitapesares... quitapesares


Me encanta Héctor Abad, me encanta cuando escribe columnas, cuando escribe libros, cuando da entrevistas, me encanta como piensa, aunque yo debo decir que soy más de centro-derecha, considero que su pensamiento, digamos, más izquierdista, me gusta mucho porque suele ser respetuoso y objetivo, en medio de las posibilidades, porque al final, ¿cómo un sujeto puede llevar a ser objetivo? 
En fin, Héctor Abad es uno de mis escritores favoritos y por eso me ha llamado la atención su columna en el Malpensante sobre Paulo Cohelo. 
Digo, puede tener razón en todo lo que dice, y si comparamos lo que escribe Cohelo con lo que escribe Abad, sabemos que hay diferencias, no sólo de forma, fondo, largo, ancho, estética, ética y todo lo demás (que los he leído a los dos,  ¿eh?). Pero siempre me choca bastante cuando se crítica a un autor que vende como vende Cohelo. No pienso defender su prosa, barata dirían algunos, sublimes podrían incluso pensar otros, sólo quiero quedarme en el hecho de que si al final es un autor tan mediocre, pues no merece la pena que se le dedique una columna, mejor sería escribir de alguien mucho más culto. 
Y claro, el problema es que la masa es ignorante y facilista, a la masa le gusta esa literatura que no hace pensar y tragarse todo lo que le dan. Bueno, digamos que es cierto (que yo no lo creo); digamos que Cohelo le da ala masa lo que él quiere, (yo pensaría que la masa le pide a Cohelo lo que ella quiere, son dos maneras de veras las cosas, aunque el resultado es el mismo). Vale, Cohelo optó por la vía fácil y escribe a diestra y siniestras para una gran público ignorante, que no piensa mucho y que se cree todas las fantasías que el brasileño cuenta. Entonces, ¿cuál es el problema? Supongo que Abad no quiere ser leído por esa masa ignorante, porque no van a entender ni apreciar la buena literatura y si quiere llegar a ser leído por todos aquellos que idolatran a Cohelo, entonces… sería un caso de envidia, digo yo.
Cuando estaba aún en la universidad, en alguna ocasión, una de las eminencias de la facultad me pilló leyendo a Cohelo, no me acuerdo cuál de sus libros, porque tengo que aceptar que hice parte de esa masa ignorante e inculta que leyó más de un libro de este autor, parece que ya soy más inteligente, no sé si con los años uno se vuelve más brillante porque ya no lo leo, pero volvamos a mis años de estudiante… estaba leyendo alguno de los libros de Cohelo y esta eminencia, con la que yo tenía una buena relación me dijo que era imperdonable que un estudiante de filosofía leyera ese tipo de libros, no literatura, libros. 
Ese día fue la primera vez que pensé, que al final quién era él para decirme eso, Cohelo vendía millones de copias de sus libros, malos o buenos, pero llegaba  a muchas personas en el mundo, tanto que este profesor de filosofía lo conocía e incluso lo citaría en una charla futura a la que asistí. Claro, lo citó como aquello que no se debe hacer ni leer, pero igual lo mencionó...
En fin, tanto a Abad como a mi profesor los admiro mucho y los respeto, pero al final creo que si Cohelo es tan charlatan y tan mal escritor, pues no merecería que personas tan inteligentes y cultas lo nombren en conferencias y columnas; al fin y al cabo no le van a abrir los ojos a las masas ignorante y los lectores cultivados no necesitan que les abran los ojos, de modo que sería mejor escribir cosas interesantes para aquellos que leen autores interesantes.


Por si las moscas:
http://elmalpensante.com/index.php?doc=display_contenido&id=1413

viernes, 19 de agosto de 2011

Pensando la impensable

Entre el pasado y el presente me pregunto si existirá una frontera que nos ayude a aclarar el pensamiento y a dar un paso hacia adelante.
Los acontecimientos van y vienen y marcan las vivencias, siempre las marcan, llevándonos a un espiral que sube o a otro que baja, ¿a cuál nos unimos? 
Pensaba que la vida siempre iba avanzando, que cada nueva experiencia nos llevaba a un mejor estado de conciencia y comprensión global... pero he ido descubriendo que hay seres que necesitan involucionar o tan sólo regresar al punto de partida para lograr partir. 
Es así, cada individuo está marcado por su propia experiencia y por su propia carencia y no puede huir a lo que debe ser y hacer; la conciencia queda relegada a un segundo plano y tan sólo el instinto y la inercia actúan como en caída libre.
Ya no creo que la voluntad y menos en la de poder, ya no creo que la conciencia y menos en la autociencia, ya no creo en ontologías, al final lo que nos queda es lo que había al inicio, todo estaba escrito y los esfuerzos que hicimos por cambiar el destino, nos desgastaron y llevaron a un abismo.
No, no nos dimos cuenta, aún creemos y creeremos que sí cambiamos y que sí evolucionamos... pero echemos una mirada atrás y preguntemonos si ha sido real. Mmmmm, no es posible, para que esa pregunta tenga valor, debemos conservar una lucidez y honestidad que ni siquiera sabemos que no tenemos ya.
La verdad, la única verdad, es que seguimos mintiéndonos para sentir que somos mejor que el otro y así poderle dar lecciones de una vida que aún no terminamos de entender y muchos menos vivir.

sábado, 16 de abril de 2011

martes, 8 de febrero de 2011

Se me hace pequeño el espacio en el que extraño tus ojos,
se me hace pequeño y te lloro con el aliento profundo del descanso,
te vas, te vas con mi paz
y dejas en mi esta angustia fugaz





miércoles, 12 de enero de 2011

Haití llora como hace un año


Un año después del terremoto de Haití, qué ha pasado?
Los haitianos siguen igual y peor que hace un año y la vida, lejos de ese pequeño país, ha seguido su curso normal, a pesar de la pobreza, las muertes, el hambre, el cólera; la vida debe seguir  y si las promesas que hicimos al pueblo de Haití se cumplieron o no, poco importa porque hay que hacer las compras de navidad, hay que planear las vacaciones, hay que asistir al funeral de las víctimas de Tucson, hay que comprar en las rebajas de enero, hay … hay… hay tanto por hacer y no conocemos a tantos haitianos que no o importa si se siguen muriendo .

Lo cierto es que Haití y su terremoto fueron una oportunidad para que el mundo capitalista y con dinero se organizara y asumiera la responsabilidad social y civil con una de las poblaciones más pobres del mundo; fue la oportunidad de rediseñar un país e intentar construir una estructura social con oportunidades para todos, pero seamos sinceros, a quién le interesaría hacer de un país como Haití, un lugar modelo donde todos puedan tener la oportunidad de una vida digna, un hogar sano y un trabajo rentable. En realidad es más fácil mantener a los haitianos en la pobreza y mejor aún si podemos llevarles enfermedades como el cólera que se lleve más vidas.

Hace un año Haití no era un paraíso, pero seguro que no era el caos que es ahora; tan triste es la situación que muchos espectadores desprevenidos prefieren cambiar el canal de la tele cuando se muestran imágenes relacionadas con el terremoto y sus muertos. De todas maneras,  hace un año, ese espectador desprevenido, envió las ayudas que su bolsillo y conciencia le permitieron, el resto es responsabilidad de las ONG’s y fundaciones encargadas de la reconstrucción social y física del país.

Pero sòlo por curiosidad me preguntaba qué sucedió cuando celebramos el primer aniversario de la caída de las torres gemelas? Reinaba aùn el caos como en Haitì? Claro! Nueva York no es igual que Puerto Prìncipe, no tiene e mismo estatus social ni mucho menos el mismo fondo económico; tal vez la cuestión es el precio de las víctimas, como me decía alguien hoy, no tiene el mismo precio un muerto de wall street que un muerto de Haitì.